Las regulaciones de las redes y el uso que las personas les den no es algo que se pueda cambiar de la noche a la mañana, señala Pedro Nieto.
No es noticia que los problemas relacionados con la salud mental han aumentado en los últimos años por la exposición de los usuarios a social media. La presión de lograr cuerpos perfectos, de comparar nuestra vida con lo que vemos en redes o esforzarnos horas para lograr la foto perfecta para recibir una mayor cantidad de interacciones ha desencadenado problemas que van desde el cyberbulling, aumento de la ansiedad, normalización del síndrome del impostor, problemas para dormir, entre otros.
Por ejemplo, una investigación del Wall Street Journal arrojó que 32% de las mujeres que se sienten mal con su cuerpo, afirman que Instagram las hace sentir peor. Nos hemos acostumbrado, en especial las generaciones más jóvenes, a definir nuestro concepto de felicidad en un ejercicio de scroll diario en redes, el cual consiste en ver lo que los demás están haciendo, dónde están comiendo, qué lugares están visitando, qué están vistiendo, apartándonos así de nuestra realidad y queriendo imitar estilos de vida ajenos a nosotros.
Buscar responsables a esta situación nos puede llevar a una discusión sin fin, que puede ir desde la falta de regulaciones en las redes sociales en materia de publicación de contenidos, la responsabilidad que tienen los influencers al momento de realizar sus posteos o las implicaciones de las campañas creadas por las marcas que glorifican estereotipos sociales.
El caso del suicidio de Molly Russell (14 años), ha abierto el debate del uso de redes sociales en Inglaterra. Su padre descubrió que seis meses antes de la muerte de su hija, ella había reaccionado a más de 2,000 contenidos en social media relacionados con autolesiones, depresión o suicidio, lo cual nos hace preguntarnos, ¿existe la facultad de culpar a las redes sociales o es responsabilidad individual decidir el tipo de contenidos que consumimos?
También hay que recordar que, en octubre de 2022, la exempleada de Meta, Frances Haugen, mostró estudios realizados por la empresa donde muestran que el consumo de Instagram conduce a problemas de salud mental, imagen corporal, trastornos alimentarios y pensamientos suicidas. Según el estudio interno, 13.5% de las adolescentes dijeron que Instagram empeora sus pensamientos suicidas, mientras que al 17% de las encuestadas hicieron saber que agrava sus trastornos alimentarios.
Las regulaciones de las redes y el uso que las personas les den no es algo que se pueda cambiar de la noche a la mañana. Pero donde sí podemos sumar, como estrategas digitales y de comunicación, es asesorando a nuestros clientes en sus campañas, para que éstas vayan acompañas de un componente de #mentalhealth. Por ejemplo, podemos evaluar el producto de nuestro cliente y ver en qué momentos puede afectar la salud mental y de ahí trabajar en mensajes para resarcir la posible imagen negativa.
También, añadir a las campañas una esencia positiva y autentica, lo cual ayudará a que los mensajes sean mejor recibidos o alentar a los consumidores a compartir historias positivas relacionadas con sus productos. Todo lo anterior tendrá mejor resultado, siempre y cuando la empresa tenga congruencia tanto en su comunicación externa como interna.
Lo más importante es que no se realice la comunicación solo en octubre, mes dedicado a la concientización de la salud mental, sino que sea un tema recurrente y de importancia durante el año.
Finalmente, existen plataformas que están tratando de regresar la autenticad y transparencia a las redes sociales, si es que alguna vez la tuvieron. Con esto me refiero a la aplicación francesa Be Real, la cual cuenta con 28 millones de descargas desde su creación en 2019. Esta app tiene como objetivo mostrar una vida más real en redes sociales, con una notificación que envía diariamente en horarios aleatorios, activa la cámara trasera y delantera de los celulares para que, en dos minutos, sin filtros, poses o tiempo para planear la foto, uno pueda compartir lo que está haciendo en ese momento. Utilizándola durante el último mes no me hizo sentir más real, al contrario, las notificaciones que recibía me recordaban que era momento de descansar de mi celular, centrarme en la realidad y así mejorar mi salud mental.